En los últimos años dediqué casi todos mis esfuerzos al control de daños y los últimos dos o tres el enfoque se tornó en dejar atrás todo lo que venía cargando. Haber pasado mucho tiempo rodeado de gente que habilitaba mis conductas autodestructivas descartando mi sentir, amistades en quienes deposité toda mi confianza sólo para descubrir que lo que querían era mi servicio y no mi amistad, al grado de recriminarme cuando las cosas en mi mundo empezaban a verse bien. Y quienes decidieron que su brújula moral no podía tolerar mi presencia.
Sus razones tendrán, han de ser ciertas.
Durante estos años también coincidí con gente maravillosa. Especialmente Eliud, Liz, y Paloma, quienes sin saberlo me salvaron la vida con sus acciones. Ellos que cuando yo estaba en el punto más oscuro de esta etapa y ni siquiera quería tocar, me extendieron su mano y me llevaron a hacer música de nuevo, a ustedes les debo todo. Desde tener el coraje de volver a sacar mi cello de su estuche después de haber pasado una eternidad sin tocar, hasta volver al escenario, atreverme a componer mi propia música, y salir a nuevos escenarios, con nuevo público.
Todos estos años dedicado a hacer control de daños y no dejar morir la música que quería hacer, encerrarme nueve horas al día en una mina de carbón moderna y no tener libertad de mirar al rededor, sacrificios y oportunidades perdidas. Hoy, a dos días de mi cumpleaños 35, por primera vez puedo respirar con algo de calma, sin deudas, y con más libertad que antes.
El siguiente paso, es reparar los daños que los últimos años causaron. Resolver estos problemas no trajo nada bueno, los logros que tuve fueron a pesar de los problemas no gracias a ellos.
Las cosas que construí fueron gracias a las personas que estuvieron cerca a pesar de las circunstancias que tan miserable me hicieron sentir y al montón de oportunidades que tuve que dejar ir porque simplemente no era posible. Todo lo bueno, es gracias a ustedes.
Seguimos en esto, con un horizonte incierto pero seguramente mejor que nunca.